martes, 15 de noviembre de 2016

DESCRIPCIÓN




                             ...fue a quitar la cubierta de la primera imagen, que mostró ser la de San Jorge puesto a caballo, con una serpiente enroscada a los pies y la lanza atravesada por la boca, con la fiereza que suele pintarse. Toda la imagen parecía una ascua de oro, como suele decirse. Viéndola don Quijote dijo:
             - Este caballero fue uno de los mejores andantes que tuvo la milicia divina; llamóse don San Jorge, y fue además defendedor de doncellas.


                                                                  Miguel de Cervantes (El Quijote, II,LVIII)



                           Aunque estoy convencido de que nada cambia, para mí es importante actuar como si no lo supiera.   
     
                                           Hasta la maldición está envenenada de arcoíris.                                     
                                                                   
                        
                                                                    Leonard Cohen
                                           








                                                                    Para el dibujo de una colcha



                              "Las líneas son confusas. Habría que separarse, tomar distancia para tener una cabal representación del dibujo, pero la habitación es más bien pequeña, la luz es baja e irregular, y todo eso, más la pereza del observador, no permite la percepción panorámica. A pesar de todo, uno puede distinguir, borroso, un jardín. Dos columnas lo guardan. Las columnas yacen por el suelo: ha debido de haber algún tipo de hecatombe, algo magnífico y poderoso que ha convertido lo que era un pórtico en un sendero, que tan pronto es ancho como angosto, obedeciendo al parecer a leyes caprichosas. Si el curioso se interna por el sendero, por sus sinuosidades, sufrirá accesos alternativos de luz y oscuridad, dudará a veces qué rumbo tomar, tendrá la impresión de haberse perdido y celebrará su extravío. El ambiente es unas veces tibio y otras veces muy cálido. Si uno se orienta por la temperatura, y si vence la tentación de pasar la noche en cualquiera de los muchos refugios que el camino le ofrece, llegará frente al jardín. El jardín está velado por la niebla, una niebla delicada y que, en la atmósfera oscura, algo tiene de espectral. Se supone (no se distingue bien) que la niebla es blanca, o vagamente rosa, y a través de ella el jardín apenas se insinúa: parece que hemos llegado al punto en que la temperatura entra en ignición. Un calor íntimo de horno de panadería se apodera del ánimo del viajero. ¿Se atreverá a ir más allá, a franquear la niebla, a entrar en el jardín? El observador de la colcha, con un dedo recorre el boscaje que separa el jardín de la obstinación de la niebla. Con un dedo acaricia la niebla, que tiene consistencia de musgo, cede y se resiste. Algo ardiente acecha en la penumbra. Quién sabe si habrá un monstruo implacable, si habremos llegado con Julio Verne al volcán que nos lleva al centro del mundo. Entonces, en un acto de audacia (cualquiera diría que San Jorge se dispone a alancear al dragón de fuego), el viajero aparta violentamente la niebla, que baja y cae entre las columnas, y ahora todo es oscuro en el jardín. Es el momento en que tú misma, con uno o dos dedos acaricia esta parte central del dibujo. Irás despacio, sientiendo apenas el cosquilleo del musgo, o de la maleza: es un jardín crecido a su antojo, nada versallesco, y tan silvestre que, en vez de estanques perfilados y pitagóricos, hay una vaga perspectiva pantanosa. Sí, es un jardín perverso, habría que huir de él, porque de pronto llegas a una orilla. Debe de ser una orilla. El artífice de la colcha ha conseguido crear al menos una impresión de humedad, humedad rosa, si es que es posible este adjetivo. Ahora las columnas han creado un ángulo obtuso, se han abandonado a la excentricidad. Por entre ellas, se oye la furia de San Jorge, pero uno piensa que no habrá lanza capaz de abatir la altivez de este dragón. Furioso, por cierto, en este instante. El dibujante, aquí, ha dudado, pero el dragón no. Preparado para la embestida, el dragón se remueve inquieto. San Jorge no sabe si será rechazado o devorado, pero sí vencido en cualquier caso. Ahora tu dedo puede recorrer los bordes de la herida que, previsor, el dragón pone a disposición del héroe. Algo está ocurriendo. La herida se entreabre a su propia ferocidad, a su propio dolor. El rocío humedece el jardín".


                                                                        (Descripción extraída de un texto elegido al azar...)





                                                                              Kenny Rogers, Lady



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